Título*: | El pacto de Lázaro |
Autor*: | Fernando Solano |
Tema*: | cuento de terror. |
"EL PACTO DE LÁZARO"
- ¡Lázaro, ya levantate! - exclamó mi madre con un grito que llegaba hasta la calle.
- ¡Ya voy! - respondí.
Pero bueno, no sé porque mi madre insiste tanto en que yo vaya a la iglesia, no comprendo esa necedad por parte de los padres de tener que acudir a un lugar donde según es la casa de un dios todo poderoso que creo la tierra y todas las cosas que habitan en ella, incluyendonos. El punto es, ¿por qué se aferran nuestras madres en acudir a dicho lugar?...
- ¿A qué hora Lazaro?, ¿crees que tengo tu tiempo? - decía mi mamá con un tono de molestía.
- ¡Ya, ya, ya... vámonos! - le decía a mi mamá mientras caminabamos hacía la iglesia.
Bueno, ya estamos aquí en la Iglesia del Sagrado Corazón de Jesús, lo único bueno, son las nieves de don Francisco, son ríquisimas, creo que lo compensa la levantada de mi cama en domingo.
Voltéo y me pregunto ¿qué hace toda esta gente repitiendo oraciones y cantandole a un personaje ficticio?, ¿Cómo es posible que se dejen manipular tan facilmente?. La verdad es que la iglesia es fantástica, tiene muchos detalles bastante hermosos, pues como no, con toda las limosnas que recaudan de lunes a domingo se puede juntar bastante dinero como para poner cinco iglesias más.
El punto es que no creo ni en dios, ni en el famoso satanás, o como mi abuela lo llama: Lucifer. Se me hace tan patético que la gente pueda creer y temer a estos personajes tan falsos, pero bueno, cada quién es libre de creer lo que se le de la gana.
- ¡Lázaro! - me dice mi madre, con un tono de murmullo:
Requiero que pases a recoger unos papeles a la casa de tu abuela, ahorita que salgamos de misa.
- Esta bien - le respondí.
No sé por qué, pero la calle de mi abuela me pone un poco nervioso, sobre todo por la casa de a lado, esa vieja propiedad me causa bastante intriga. Su energía que enmana me pone un poco mal, sus paredes grises y viejas me hacen tener pesadillas en las noches más tormentosas. Recuerdo que cuando era más chico, escuchaba historias un poco macabras acerca de su dueño. Lo poco que sé es que el propietario es un viejo veterano de guerra, que cuando regreso de pelear del centro de África, no volvío a ser el mismo, bueno eso dicen sus vecinos, sobre todo mi abuela.
- Toc, toc...
- ¿Quién es? - exclamaba una voz un poco cansada.
- Soy yo abuela, Lázaro. Vine a recoger unos papeles de mi mamá - le respondí.
- Pasale, hijo. Ire a buscar los papeles. ¿No quieres un vaso de té helado antes de irte?.
- ¡Gracias abuela!, pero tengo un poco de prisa. En ese momento no me quede con la duda y le pregunte: Abuela, ¿qué sabes del señor de la casa gris?
- Pues no mucho, hijo. Solo sé que es un viejo soldado que regresó, la verdad es que no tiene falmiliares, vive solo, muy pocas veces lo he visto salir, cuando sale, siempre se cubre con una capucha negra, como si no quisiera que le diera el sol. Pero, repito... solo lo he visto un par de veces, es muy reservado, y al parecer no le habla a nadie.
- ¿Qué antipático, no crees abuela?.
- Hijo, no lo podemos juzgar. Aparte recuerda que es una persona mayor, no tiene familia y aparte viene de la guerra, la guerra cambia a las personas.
Después de unos minutos mi abuela me dio los papeles, y salí de su calida casa. Cuando iba pasando en frente de la casa gris, me pude dar cuenta que se movía la cortina de una de las ventanas que daban hacía la calle. En ese momento mi cuerpo se puso helado, como si una horrible tormenta de nieve me hubiera alcanzado. Cundo me di media vuelta me percate que una persona me pedía ayuda.
- ¡Auxilio, auxilio...!, que alguien me ayude - exclamaba una persona con una voz ronca al interior de la casa gris.
Cuando entré, me percaté que había un anciano de estatura pequeña, se encontraba tirado a un lado de una vieja mesedora.
- ¿Está bien, señor? - le preguntaba mientras lo ayudaba a levantar.
- SI, gracias por acudir a mi auxilio - me respondía con un sonrisa un tanto macabra.
Cuando lo coloque cerca de la ventana, pude ver su aspecto, el cual me estremecio. La piel de su rostro era pálida y azulada, como si no le hubiera dado la luz en meses, tenía el cabello blanco (el cual solo cubría algunas partes pequeñas de su cabeza), tenía una pequeña barba de chivo, pero sobre todo, lo que realmente me asustó fue su mirada penetrante y llena de maldad, eso ojos jamás los olvidaré, eran pequeños, de color amarillento, como si fueran dos canicas. Me quede petrificado...
- ¿Todo bien?.
- Si, todo bien.
- Te pregunto porque parece como si hubieras visto al mismísimo diablo en persona - me lo mencionaba el anciano con una sonrisa un tanto burlona.
- No señor, para nada. Todo bien, lo que pasa es que me sorprendió verlo tirado y darme cuenta que nadie estaba cerca para ayudarlo.
- No hay nadie, porque vivo solo. ¿Cómo te llamas muchacho?
- Lázaro, señor.
- Mucho gusto Lázaro, mi nombre es Lucio. Por cierto te agradezco mucho por tu ayuda.
- No hay que agradecer - le respondía con un poco de prisa.
- Lo siento, me tengo que ir. Que tenga usted un excelente día y tenga mucho cuidado - me encaminaba a la salida, al mismo momento que me despedía.
- Hasta luego, Lázaro. Ya nos veremos más adelante - me despedía mientras una carcajada tenebrosa salía de su boca seca y pálida.
Esa misma noche me encontraba pensando en lo que había sucedido, en la situación del anciano, pero sobre todo en el aspecto que tenía. Eran las 12:00 de la noche y no podía dormir, al recordar al anciano me causaba una sensación de miedo y ansiedad, tuve que tomar una pastilla para poder dormir. Esto no era normal.
Al día siguiente me preparaba para ir a la universidad, y seguía pensando lo ocurrido el día de ayer.
- ¡Lázaro! - gritaba mi madre.
- ¿Ahora qué mamá?.
- Estos no son los papeles que te pedí, saliendo de la universidad, quiero que pases de nuevo con tu abuela, y me los traegas - me decía mi mamá mientras yo hacía muecas de enojo y frustración.
Ya en la universidad...
- Oye, Lázaro. ¿Vas a ir a la casa de Michelle esta tarde? - me preguntaba mi amigo Roberto cuando salíamos de la clase de filosofía.
- No puedo, Roberto. Tengo que ir por unos papeles a la casa de mi abuela.
- ¿Te vas a perder la reunión?. Michelle va a estar esperandote.
- Lo sé, pero mi mamá me lo pidió. Voy hacer todo lo posible por llegar más tarde.
Llegando a la casa de abuela, me econtraba con una nota de ella que decía: "Lázaro, hijo... regreso a las tres de la tarde, no te muevas de ahí. Besos, tu abulea Gloria.
- Perfecto, ahora a esperar. ¿Así o más aburrido? - gitaba con enojo mientras pateaba una lata de refresco que se encontraba en la entrada del portico de mi queridísima abuela.
De repente me di cuenta que la puerta de la casa de a lado estaba abierta. En eso me entro un momento de curiosidad, pero a la vez de miedo, sin embargo, no lo pensé más y entre, fue como si una fuerza de atracción tuviera poder sobre mí. Ya estando adentro me di cuenta que la casa estaba vacía, que lo único que había era la mesedora vieja del otro día, en medio de un símbolo muy extraño. La situación empezó a ponerse un poco tenebrosa ya que no había nadie. La casa estaba con poca luz, había un olor peculiar, una combinación de huevos podridos y humedad; depronto...
¡Zaz!... - un fuerte ruido me hizo saltar como gato asustado.
¡Hola!, ¿cómo estás, Lázaro? - me preguntaba el anciano de la otra vez.
- Que tal... yo bien, este... perdón - yo respondiendole en un tono un tanto nervioso y apenado.
- ¿Por qué te disculpas, Lázaro?.
- Porque entre a su casa sin ningún permiso, señor.
- No te preocupes, y no me digas señor, dime Lucio... Además recuerda, las puertas estarán siempre abiertas para ti - me lo decía el señor Lucio, mientras se le hacía una sonrisa en su rostro pálido.
- ¿Cómo está tu abuela, Lázaro?
- Bien, gracias. No se ofenda, ¿pero como sabe de mi abuela?
- No hay que ser mago para averiguarlo, digo soy su vecino, y te he observado. A mi parecer eres un jóven un tanto rebelde, pero inteligente. Alguien que quiere lograr alcanzar todas sus metas, de la manera que sea. ¿Es cierto o me equivoco?
Me quede pensativo, mientras lo miraba fijamente con una expresión de incredulidad. - Yo creo que todos quieren alcanzar sus sueños más anhelados, ¿no lo cree don Lucio? - le respondía con un tono un tanto sarcástico.
- Por supuesto, sin embargo, no todos tienen la fuerza, y la valentía para asumir riesgos, y hacer sacrificios para alcanzar sus sueños más anhelados.
- ¿Qué estarías dispuesto a dar a cambio de alcanzar tus sueños, Lázaro? - me volvía a cuestionar Lucio.
- Lo daría todo, don Lucio. La realidad es esa, lo daría todo.
- ¿Hasta tu vida, Lázaro?
- Yo podría ser ese mentor que te llevará a cumplir todos tus sueños. Claro que todo tiene un precio - me hacía mención don Lucio.
En ese momemento en mi cabeza empecé a cuestionarme acerca de como un señor tan viejo y por lo que veía, tan pobre, me iba a poder ayudar a alcanzar mis metas que me había propuesto. Pero lo que me metíó en controversia fue que me preguntara si estaba dispuesto a dar mi vida, pero bueno, lo tome como una clase de metafora para ilustrar la perseverancia.
- ¿Dudas de mí? - me preguntaba, mientras interrumpia mis pensamientos de ese momento.
- Para nada don Lucio, ¿me está diciendo que usted podría ser mi mentor?
- Si, si así tú lo deseas...
- Solo te recuerdo que nada es gratis en esta vida, que todo tiene un precio y se tiene que pagar...
- Pero por supuesto, ya decía yo. Nada es gratis - pensamientos negativos empezaron a invadir mi mente, mientras yo fruncia mi rosro.
- Tranquilo, Lázaro. No te estoy pidiendo dinero. Ya después sabrás como quiero que me pagues. Antes que nada dime, ¿qué meta te gustaría cumplir en estos momentos?... Te demostraré de lo que soy capáz de hacer.
- Ok... - le respondí.
- Tengo una situación un poco díficil, requiero dinero para poder ayudar a mi mamá con la hipoteca de la casa. No sé como conseguirlo, he buscando trabajo, pero aunque tenga trabajo, sé que no será de gran ayuda - le explicaba a don Lucio, con un poco de escepticismo.
- ¿Cuánto es el dinero que necesitas?.
- Necesito la cantidad de $250,000.00 mil pesos para cubrir la deuda de la hipoteca.
- De acuerdo, regresa mañana después de la escuela - me decía, mientras se encaminaba a un cuarto un tanto obscuro dentro de la casa.
Al día siguiente hice las cosas que siempre, levantarme, desayunar, ir a la universidad, etc, sin embargo, en mi cabeza rondaba la cuestión de si ir o no a visitar a don Lucio. La verdad es que no sabía que hacer, mi escepticismo me planteaba la idea de que ese señor era alguien que no podría ayudarme. Deje de tener todo tipo de pensamientos negativos, y decidí ir a su casa, ¿qué podría perder?.
- Toc, toc...
- ¡don Lucio, soy Lázaro! gritaba con nervios, como si lo siguiente que fuera a pasar sellaría mi vida para siempre.
- Pasa, Lázaro. ¿Cómo te encuentras?.
- Bien, gracias.
- Muy bien, ¡toma! - en ese momento me entrego una especie de moneda de oro bastante grande.
- ¿Qué es esto? - le preguntaba, mientras admiraba dicha moneda.
- Es un doblón de oro, del tiempo de la Revolución de México.
- Ok, ¿Y qué haré con esto, don Lucio?.
- Bueno, Lázaro. Con este doblón podrás venderlo para pagar la deuda de tu mamá.
- Gracias, don Lucio. ¿Pero como se lo voy a pagar?.
- No te preocupes por eso ahora, ya me lo pagarás de alguna forma... como por ejemplo trabajo.
- Vete ahora, y haz lo que tengas que hacer, Lázaro. Te veo el lunes por la tarde para que me cuentes que tal te fue, y empezar tu entrenamiento.
- De acuerdo don Lucio, nos vemos - salí un tanto alegre, mientras me despedia de él.
Ese mismo día acudí a una casa de empeño, por lo cual resultó que dicho doblón de oro valía mucho más, era una pieza representativa de la época de la revolución. Pague la deuda de mi mamá y me sobro un poco de dinero. Mi madre, se encontraba un poco desconcertada, ¿de dónde su hijo había sacado tanto dinero?. Yo le conté la verdad, le dije que le pagaría al señor con trabajo, sin embargo, ella no me creía, y pensaba que andaba en malos pasos.
Llegó el lunes, y la realidad es que estaba ansioso de ir a ver don Lucio, ¿esto sería el principio de algo bueno, o sería algo momentaneo que no valía la pena invertir tiempo?. No importaba, yo me dírigía a la casa de este señor.
- Don Lucio, ¿cómo está, soy Lázaro?
- Lázaro, que tal. Pasa, te estaba esperando. ¿Cómo te fue con el doblón de oro?
- Muy bien, gracias. A eso vengo, ¿cómo será la forma de pagarle? - le preguntaba a don Lucio.
- Ya te lo había dicho, Lázaro. Con trabajo y dedicación, recuerda que hiciste un compromiso conmigo, yo te enseñaría todo lo que sé y tú harías todo lo que te pidiera.
- Claro don Lucio, no se me olvida. ¿Qué tengo que hacer? - le preguntaba con curiosidad.
- Bueno, antes que nada me tienes que firmar este contrato de trabajo, si puedes lee los términos...
En ese momento me quede congelado, solo había tres terminos en el contrato, y decían de la siguiente manera:
1 ESTE CONTRATO SOLO ES VALIDO EN MUTUO ACUERDO POR AMBAS PARTES, SELLADO POR UNA GOTA DE SANGRE.
2 POR NINGÚN MOTIVO SE PUEDE DESHACER DICHO CONTRATO, A MENOS QUE UNA DE LAS PARTES DEJE DE HABITAR EL MUNDO TERRENAL.
3 LA INOCENCIA ES TU TRIBUTO, TU VIDA ME PERTENECE.
NOTA: PREPARATE PARA RECIBIR UNA VIDA LLENA DE PASIONES, RIQUEZA Y PODER.
Cuando terminé de leer no podía creer lo que decía, incluso llegue a pensar que era una broma.
- ¿Todo bien?, me preguntaba don Lucio.
- Si, todo bien... bueno en realidad tengo duda en todo... emm ¿supongo que todo es símbolico, o no don Lucio? - le preguntaba un tanto nervioso.
- Claro, que todo es símbolico. Recuerda que hicimos un acuerdo. !Toma!- en ese momento me dío una vieja daga de oro - cortate un dedo y firma, Lázaro -.
En ese momento no lo pensé, tome la daga y firme con mi sangre. No sabía que me estaban pasando, solo lo hice.
- Excelente, Lázaro. Ahora somos socios. Regresa mañana, empezaremos tu entrenamiento. ¡Toma y sal de aquí! - en ese momento me dio una especie de amuleto, el cual tenía varias yerbas con una especie de amerre con un pequeño lazo un tanto desgastado.
Esa misma noche tuve un par de pesadillas, en una veía quemarse viva a mi familia (a mi mamá, hermana y abuela), y en la otra me encarcelaban por un par de asesinatos que según yo había cometido. Cuando desperte precisamente a las tres de la mañana sentía una gran ansiedad y estaba sudando frío. Me percate de algo bastante raro, mi armario estaba abierto, en el cual pude visualizar una sonmbra humanoide, como si alguien estuviera observando cada uno de mis movimientos, no puse demasiada atención y me dedique a volver a dormir.
A la mañana siguiente me levante, y cuando me iba a meter a bañar me di cuenta de unos rasguños que tenía en al parte izquierda de mi espalda baja, me qude un poco aturdido ya que no recordaba si me había rasguñado con algún objeto, lo más raro era que parecía haber algo escrito, sin embargo, no podía entender el tipo de lenguaje. Cuando llegue a la universidad me sentía bastante cansado, lo peor es que no estaba de ánimo para entrar a clases, había decidido pasar un rato en la cafetería; Michelle me convenció a pasar un rato en la alberca del campus. Cuando entramos a nadar me percate de la expresión de Michelle, la cual tenía aspecto de miedo y nerviosismo.
- ¿Qué te pasa, Michelle? - le preguntaba con un tono un poco molesto.
- ¿Crees que es un juego, Lázaro?... respeto mucho si crees o no en Dios o en el diablo, pero no es motivo para que te burles... - me respondía de una manera bastante molesta.
- ¿De qué me hablas, Michelle? - la cuestionaba un tanto nervioso.
- ¿Ya viste lo que traes escrito en tu espalda?, está escrito en latín, ¡no es posible que no te des cuenta!.
- Dice: LUCIFER, ALIA IN TENEBRIS VIVAT REX (protegido de lucifer, viva el rey de las tinieblas)
En ese momento no supe que decirle, me quede congelado, ¿cómo diablos había aparecido eso en mi espalda?. No sabía realmente que estaba pasando, ¿esto era un sueño?... estaba bastante asustado, salí de la alberca y corrí a cambiarme.
Después de salir de la universidad no sabía que hacer, quería respuestas, pero no sabía a donde acudir, sin embargo, me llego una idea a mi mente, la cual era a visitar a don lucio, tal vez el sabría que estaba pasando, y me podría ayudar.
- Don Lucio, don Lucio... - gritaba yo afuera de su casa.
- ¿Qué pasa, Lázaro?.
- Mire lo que tengo en mi espalda... - en ese momento que le mostraba mi heridad, se dibujo una enorme sonrisa en el rostro de don Lucio.
- ¿Qué le pasa? - le refute con un tono de molestía.
- Te tengo que explicar todo. Esto es parte del pacto que hicimos.
En el momento que entramos a la casa, entramos al área de la sala, donde había una especie de sigono bastante raro, me colocó en medio y me dijo:
- Eso que traes en tu espalda es una huella, un signo de pertenencia. Fue hecho por tu centinela. - me explicaba don Lucio.
- ¿Centinela?.
- Si, centinela. A partir de que hiciste el pacto (firmaste el contrato), un sin fin de entidades un tanto demoniacas fueron alertadas, por ende es posible que algunas de ellas te molesten, sin embargo, no te preocupes por eso, ya que tu centinela te protege, esa es su función - me explicaba a detalle don Lucio.
- ¿Pacto?, ¿entidades demoniácas? - me hacía muchas preguntas en mi cabeza.
En ese momento no sabía que decir, ni que pensar, ¿todo esto era verdad?. Yo jamás he creido en fantasmas, espíritus, demonios, etc. ¿Cómo yo había entrado en este mundo tan fantacioso?. No sabía diferenciar si esto que estaba pasando era un sueño, la realidad o una broma bien jugada.
- Lázaro, te explico. Te dire quien soy, cual es mi historia - don Lucio me interrumpia, mientras yo me seguía haciendo preguntas al azar sin encontrar una respuesta congruente.
- Soy Lucio, mi nobmre completo no importa en estos momentos. Pertenecí a el Sayaret Matkal, unidad de elite de las fuerzas epeciales del Estado de Israel. Trabajé en varias misiones de reconocimiento e inteligencia militar. En una de las últimas misiones que me fue asinganda, me solicitaron ir a un pequeño pueblo en Nigeria. La misión fue un completo fracaso, por lo cual tuve un accidente muy fuerte, estaba a punto de morir, sin embargo, un amigo que pude hacer en dicho poblado, me llevo con un viejo brujo lucumi, descendiente de los antiguos Yorubas. Estando ahí con él, el anciano me hizo dos preguntas (las dos preguntas más importante de mi vida): ¿Deseas vivir?, si es así... ¿Deseas servir al verdadero amo de la tierra?, por lo cual mi respuesta fue que si a las dos preguntas. Cuando desperte, me encontraba en un poblado cerca de la capital de Nigeria, en una vieja cabaña. Me sentía como si nada me hubiera pasado, mi estado físico era fuerte y con mucha vitalildad, en mi brazo izquiedo tenía un brazalate de caracoles amarrado con un hueso. Para no hacer larga la historia, no volví con los militares, me dedique hacer negocios por toda África y Asia, me fue muy bien, obtuve grandes riquezas, poder y sin fin de mujeres. Claro que todo eso fue cosecha de servir al único amo de la tierra, y por supuesto que todo tiene un precio que se debe de pagar... - me decía don Lucio, mientras sacaba un brazalete compuesto por pequeños caracoles, de un viejo y pequeño baúl.
- Lázaro, para poder acceder a todo ese poder y riqueza, debe ser transmitido por un mentor con conocimentos místicos antiguos de los Yoruba. Tienes suerte de que yo tenga dicho conocimiento, y te lo transmita. Tú aceptaste recibirlo cuado firmaste el pacto. También te quiero decir que al aceptarlo te abres a la posiblidad de que te ataquen muchas entidades de distintos planos, es por eso que tuve que asignarte un centinela para que te proteja en las noches de cualquier alma obscura - continuaba explicandome don Lucio.
Me costaba trabajo digerir todo lo que me estaba diciendo, sin embargo, me empezó a inundar una fuerte ansiedad, combinado con una extraña sed de poder y maldad.
- ¿Alguna pregunta, Lázaro?.
En ese momento se apodero una fuerte energía, la cual creaba pensamientos de avaricia, poder y ego - Si, ¿qué tengo que hacer para acceder a todo eso? - le respondá.
- Me agrada que preguntes, tienes que realizar tres tareas. Al finalizar la tercera, podrás acceder a todo el conocimiento, pero sobre todo, al gran poder del amo.
- Comprendeo, ¿cuál es la primera tarea?.
- ¡Tienes que quemar tu casa! - me exclamaba don Lucio.
- ¿Qué?... ¿está usted loco?... ¿no le pedí dinero para poder pagar la hipoteca de la casa?, para que después usted me diga que la tengo que quemar. Aparte, es la casa de mi mamá, ¿dónde viviremos?. Sabe, usted está loco, yo no pienso hacer ninguna de esas locuras.
En ese momento don Lucio se me quedo viendo con una mirada penetrante, como si quisiera matarme y quemarme vivo a mi - Repito, Lázaro. ¿Dudas del poder del amo? - me preguntaba don Lucio, con un tono agresivo.
- Si no lo haces, habrá graves consecuencias, si lo haces habrá todo lo contario.
Esa misma noche, me levanté un poco antes de la una de la madrugada, me dirigí a la cocina, le abrí a las llaves del gas y la estufa. Corrí hacia al cuarto de mi mamá y mi hermana para alertarlas del olor a gas.
- ¡Mamá, mamá!, huele mucho a gas. Tenemos que salir de aquí. Voy por Natalia - yo gritaba, mientras entraba al cuarto de mi pequeña hermana y la sacaba de la cama.
Unos minutos después, la casa estalló, derivado de dicha fuga. Nos encontrabamos asustados. Llegó todo el mundo, bomberos, policías, etc. Terminamos llegando a la casa de la abuela, como a las siete de la mañana. Horas después los bomberos habían confirmado la fuga de gas como causa del incendio. Mi mamá se encontraba en estado de shock, yo no sabía que hacer. Lo más prudente era ir a ver a don Lucio para saber cual era el propósito de lo que había hecho.
- ¡Toc... toc...!, don Lucio, abrame, soy Lázaro.
- Pasa, Lázaro. ¿Cómo te fue?.
- Hice todo lo que me dijo, quemé la casa, no se que hacer... - se lo decía en un tono triste y deprimido.
- De acuerdo, acabas de superar la primera prueba. Debemos prepararte para la siguiente prueba - me comentaba don Lucio, con una sonrisa burlona.
- Lázaro, ¡bebe este té! - me decía, mientras me daba una pequeña taza con un contenido con olor un poco fuerte y penetrante.
Pasamos a un cuarto obscuro, en donde se encontraba una vieja silla de caoba, con algunas amarras de cuero; estaba rodeada por velas negras y blancas, al rededor había una signo bastante raro, como una estrella
- Sientate, Lázaro - me ordenaba don Lucio, mientras me ataba los brazos y las piernas con las amarras.
No lo pensé dos veces y me senté. No sabía que estaba haciendo. Mi cuerpo no le hacía caso a lo que le ordenaba mi cabeza. Sentía que mis músculos empezaban a ponerse calientes, y como si miles de hormigas estuvieran caminando dentro de ellos.
- Don Lucio, ¿qué está pasando?... ¿qué contenía ese té?, ¡ya no quiero hacer esto! - yo exclamaba con tono de miedo.
- Tranquilo, Lázaro. Todo es parte del ritual.
En ese momento don Lucio empezó a decir algunas palabras en latín que yo no llegaba a entender:
- OFERRO TIBI SACRIFICIUM PECCATRICEM. UT MEUS IN TE, REX TENEBRIS (te brindo esta alma pecadora como ofrenda. Para garantizar mi lealtad hacia ti, rey de las tinieblas).
Dentro del cuarto empezó a hacer mucho mucho frío, el aire que se repiraba era como el que se encuentra en un panteón en la noche más obscura. Llegó un momento en donde me quede totalmente dormido, y ya no supe que pasó después.
- ¡Lázaro, Lázaro!... despierta - me decía don Lucio mietras me levantaba del suelo.
Yo no comprendía como había llegado al suelo, si hace algunos instantes me encontraba amarrado en la silla.
- ¿Cómo te sientes?.
- Me siento un poco mareado, ¡no sé que pasó...! - le respondía mientras me volvía a sentar en la silla.
- ¡Estás preparado para la siguiente prueba! - me afirmaba don Lucio, con una extraña sonrisa en su cara.
- ¿De qué se trata?.
- Tienes que traerme un sacrificio... Tienes que quitarle la vida a uno de tus enemigos, por lo cual me traerás el cuero cabelludo como prueba de lo que lo hayas hecho.
Yo no sabía que pensar, ni que decir. Esto estaba llegando demasiado lejos, no sabía si seguir adelante o dejar todo a un lado. Aunque me inundaba una sensación de maldad, de ansias por hacerlo, ¿qué me estaba pasando?.
- Pero yo no tengo enemigos, ¿a quién le podría quitar la vida?.
- En su momento sabrás a quien quitarle la vida.
Ha pasado un mes desde mi último encuentro con don Lucio, no he tenido pesadillas, y todo va mejor desde el incendio. Me siento tranquilo, con más energía y vitalidad. Todo me está saliendo bien, subí mis notas y mi relación con Michelle es mejor. Al parecer el terreno donde estaba la casa ha subido su plusvalía, y mi madre le sacará un gran provecho. Aunque mi conciencia no me deja en paz, se que tengo un compromiso con don Lucio, como si algo me incitara a ir con él. Tengo que ir...
Me molesta mucho que se le acerquen a Michelle, sobre todo ese tarado de Miguel, yo sé cuales son sus intenciones con ella. Digo, si sabe que tiene novio, como porque se le acerca, no me molesta que busque su amistad, pero al parecer busca algo más que ser amigos. No pretendo expresar mis celos, sin embargo, tengo enojo guardado en mi interior, un gran ímpetu de hacer algo con respecto a Miguel, espero que no llegue a mayores, porque si no, tendré que tomar cartas en el asunto, y no le gustará averiguar lo que le va a suceder si sigue insistiendo tanto. Esa misma noche mi amigo Roberto hizo una pequeña despedida para André, un compañero francés que vino de intercambio a nuestra escuela. Pasé por MIchelle, y llegamos a la casa de Roberto en punto de las diez de la noche. Todo iba bastante bien, algunos tragos, baile, junto con los besos y abrazos de mi chica. De pronto creí que era el momento preciso de ir al baño, cuando regresé me di cuenta que Miguel tenía a mi novia tomada de la cintura, me dio mucho coraje, sobre todo porque ella no le puso un alto. Empezaron a correr pensamientos de venganza y muerte por mi cabeza, como si algún demonio inundara todo mi ser y me controlara. Aproveché que Michelle se había ido al baño, me acerqué a Miguel y le dije que quería hablar con él a solas, no antes ya había tomado un cuchillo de la cocina de Roberto. Cuando nos encontramos afuera, hice que nos encaminaramos a un terreno que tenía una propiedad vacía, ya estando ahí le solicite que no se le volviera acercar a mi novia, ya que sabía que lo que el quería era más que una amistad... - Miguel, te digo de la manera más atenta que no te acerques a mi novia, yo se que tu intención es ser más que amigos, y la verdad es que tampoco eres de mis personas favoritas. - Jajajaja... lo siento mucho, Lázaro... pero me dan risa tus comentarios - me decía Miguel. - Te lo comento, y te lo vulevo a advertir, Miguel. No te acerques a ella, ¡si no será lo último que hagas en la vida! - exclamaba yo con un tono de enojo y venganza. En ese momento se volvió a mofar de mis comentarios, no tuve otra alternativa, la sangre fluyó hacia mis manos, por lo cual enterre el cuchillo que traía en su pecho, cuando lo hice me sentí la persona más fuerte y poderosa del mundo, en ese momento sentí que nadie me podía detener. Arrastré el cuerpo y lo deje en un sótano de aquella propiedad abandonda. Después tome su cabeza y le quite parte de su cabello con todo y cuero cabelludo. Envolví el cuchillo en un viejo pañuelo que cargaba. Regresé a la fiesta, tenía ventaja, nadie se había percatado que yo había salido a hablar con Miguel. Cuando entré, Michelle preguntó que a donde me había ido, no me quedo otra más que decir que había ido por cigarros, pero que ya no había encontrado la tienda abierta. Ya en la casa de Roberto me dirigí hacía la cocina para lavar el cuchillo y dejarlo en su lugar, aquí no había pasado nada, todo estaba bien, me sentía el rey del mundo. Quitar una vida en ese momento, me hizo dar cuenta que era una de las situaciones que más me había dado placer en todo lo que llevaba en este planeta llamado Tierra.
Al otro día, esa misma tarde trate de distraerme, y decidí acudir con don Lucio. Que raro, la casa se ve aún más dañada que antes, tiene más fracturas en sus paredes viejas, y da la fachada de que no tardará en caerse. - Toc, toc... don Lucio, ¿está ahí? - al parecer no hay nadie -. La puerta está abierta, como es posible que la deje así, digo, no hay muchas cosas que robar, ni artefactos de valor, pero siempre hay que tomar precauciones, así seas el mismísimo diablo.
- Don Lucio, ¿está ahí?... En ese momento escuche algunos ruidos que venían del sótano de la casa. No lo pensé y entré. Cuando iba bajando las escaleras me llego un olor a perro muerto, como si algo o alguien se estuviera pudriendo. - ¿Hay alguien aquí? - preguntaba yo.
- Lázaro, adelante. No te oí llegar. ¿ Cómo haz estado? - me preguntaba don Lucio, con una voz ronca y un poco cansada. Se encontraba sentado en un viejo sillón de color rojo y con un puro en una mano derecha.
- Todo excelente, sabe... usted tenía razón. Ayer llegó el momento, y lo hice. Traego lo que me pidió como prueba del hecho -. En ese momento saqué de una pequeña bolsa negra el cuero cabelludo de Miguel.
Don Lucio lo tomó y empezó a reir a grandes carcajadas, como si hubiera escuchado el mejor chiste del mundo. - ¿Por qué se ríe? - preguntaba yo.
- La verdad es que no pensé que tuvieras el valor de hacerlo, pero me haz demostrado que no eres cualquier persona. Eres un digno merecedor del poder que estás apunto de obtener.
Me quedé pensativo, y luego le pregunte: ¿cuál es la tercera prueba?. En ese momento, observé a don Lucio, nunca había visto una mirada tan penetrante, de esas miradas que congelan el corazón. Que cuando la ves te quedas perplejo, se te inmovilizan los músculos, los sentidos se vuelven irreales y con falta de credibilidad.
Don Lucio me siguio observando y exclamo: ¡Esto va más allá de quemar una casa o asesinar a alguien. Para poder obtener los grandes favores del rey de las tienieblas y de este mundo. Es entrar al mismo infierno en la tierra!, ¿estarás preparado para eso...?
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