miércoles, 17 de septiembre de 2014

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: Los fantasmas del hospital

Título*:Los fantasmas del hospital
Autor*:hoy.es
Tema*:Fantasmas


El invierno todavía se sentía en las calles de Badajoz. Febrero de 2014 fue un mes frio, como toca en Extremadura, y a las ocho de la mañana la oscuridad no se había desplazado del todo, así que cuando José Luis traspasó las puertas del hospital Perpetuo Socorro agradeció la bocanada de confortable calor que provenía del interior del edificio...


Al llegar a la cuarta planta, un grupo de trabajadores hacían corrillo en la entrada de una habitación. José Luis preguntó si había pasado algo. Sus compañeros no tardaron en contárselo. Hacía apenas una hora, sobre las siete de la mañana, un paciente había pedido el traslado de habitación. Había visto, frente a su cama "algo". Algo que "flotaba". Y no quería seguir allí ni un segundo más.

José Luis sonrió y se encogió de hombros. El no creía en "esas cosas". También sonrió cuando leyó en este mismo periódico, hace ya más de un año, cómo unos cirujanos a los que él mismo conocía se habían encontrado, en los pasillos del hospital, en otra fría mañana de invierno, con algo inexplicable. Con una mujer que se deslizaba flotando delante de ellos. Con una mujer que desapareció en un rincón sin salida. Con una mujer fantasma.

Y siguió sonriendo, condescendiente, cuando se enteró que esa misma mujer había aparecido y desaparecido, una calurosa noche de verano, 15 años atrás, ante un asombrado técnico de mantenimiento y un atónito guardia de seguridad, cuando hacían la ronda por los pasillos oscuros e interminables de los sótanos del hospital.

Jamás hubiera pensado que solo unos meses después también él se encontraría con lo desconocido.

Era uno de los últimos días del mes de Julio de 2014. José Luis volvía de la farmacia y decidió entrar en los baños de la cuarta planta para lavarse las manos. Es una planta diáfana, y al entrar en los baños observó por el rabillo del ojo que no estaba solo. Y, según me contaba "una alarma interior" le alertó de que algo pasaba.En la pequeña salita sin uso que tenía justo enfrente había algo. Y ese "algo" no era normal.
En ese primer momento José Luis vio solo una sombra, unas espaldas grandes inclinadas desde el asiento que parecían estar escondiéndose pero desde ese mismo instante su instinto le decía que aquello no era "humano". Y el miedo a lo desconocido se adueñó de él.

Se lavo las manos lentamente, esperando que al terminar, aquello hubiese desaparecido. Pero seguía allí. Y era aún más extraño de lo que pensó. Era un bulto oscuro, amorfo, sin detalles, en el que no se reconocía más que un mismo y oscuro color negro. Un bulto sin cara, sin pies, ni brazos, un bulto de espaldas a él que parecía contemplar, completamente inmóvil, algo que José Luis no veía.

"Lo lógico es que yo me hubiera acercado a ver que era, pero no pude. Tuve ese miedo instintivo a lo desconocido. "Eso, fuera lo que fuera, era algo diferente, algo que yo no había visto nunca – me contaba con la seguridad que da la certeza- Te aseguro que eso no era una persona. Era todo una sombra, no era del todo material".

El instinto de protección ganó a la curiosidad y José Luis salió de la planta desierta como alma que lleva el diablo. Ahora creía que había algo allí. Algo inexplicable. Como a santo Tomás, le había hecho falta ver para creer.

Por eso esta vez no sonrió cuando apenas unos días más tarde M., una enfermera amiga suya, le contó temblando lo que acababa de pasarle. La enfermera estaba en la misma planta, la cuarta, una planta diáfana en la no había nadie. M. no estaba preocupada, ni asustada. Los trabajadores del hospital están acostumbrados a deambular por pasillo vacios y salas oscuras a altas horas de la noche.

M. llama al ascensor, que cuando llega a la planta abre sus puertas. Nadie dentro. Nadie fuera. M. entra en el ascensor. Las puertas comienzan a cerrarse, pero cuando están a `punto de cerrarse del todo se escucha una voz extraña, irreconocible y algo tétrica, una voz que susurra:

- "Espérame"…

En ese momento, las puertas comienzan a abrirse solas, como si alguien hubiese accionado los botones desde fuera. M. se asoma, pero fuera del ascensor no hay nadie. O al menos, nadie visible. El pánico se apodera de ella y decide abandonar la planta a toda velocidad.

Y es que poco a poco, aquellos que se enfrentan a lo extraño en el hospital Perpetuo Socorro de Badajoz van hablando. Aunque aún no se atreven a revelar públicamente sus nombres completos o sus puestos de trabajo, cada vez son más aquellos que saben que vieron algo que no debía estar allí. Pero que sigue estando. Y lo que es peor: no tiene pinta de querer irse…




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